El terror sin nombre: "¿No se dan cuenta de que soy un chico?"
Si se llora ante tanto nene muerto, es "sentimentalismo". Si se alza la voz contra el bombardeo constante y arrasador que no deja casa ni familia en pie, es "terrorismo". O "nazismo". O "antisemitismo", o algún otro "ismo" que garantice el silencio. Pero -la verdad sea dicha- el único terror aquí es éste, el de las cifras. Y las cifras de la organización internacional Save The Children lo dicen claro: la operación Margen Protector, lanzada el 17 de julio por Israel sobre la Franja de Gaza ha matado a razón de siete chicos y herido a otros setenta por día. No es casual: la edad promedio en la Franja es de 14 años, tal vez porque no es fácil cumplir más cuando se vive en medio de la pobreza, de la violencia, arrinconado en una estrecha tira de 6 kilómetros de ancho, en donde se aplasta a más de un millón de personas.
"Israel ha dividido los territorios a través de carreteras y asentamientos ilegales; los palestinos viven en islas rodeadas por el ejército israelí", dice Nurit Peled, activista israelí por la paz, docente de la Universidad de Tel Aviv, y madre de Smadar, asesinada a los 14 años por un terrorista suicida de Hamas. Pero ¿hay, puede haber, "niños terroristas"? ¿Hay, puede haber, mujeres destinadas al sacrificio preventivo, como sostiene la diputada israelí Ayelet Shacket, quien propuso "matar a todas las madres de Palestina para que no nazcan más terroristas"?
Lo que hay, por lo pronto, es olor a sangre en el aire, armamento "dedicado" (la foto de las chiquitas israelíes escribiendo "De Israel, con amor" en la cabeza de un misil todavía quita el aliento) y una situación humanitaria a la que no hay palabra que le haga justicia. Tanto, que la misión de Médicos Sin Fronteras en la zona lanzó un pedido. Y una denuncia: "Israel debe dejar de bombardear a los civiles atrapados. El 50% de quienes entran en urgencias llegan en un estado tan grave que mueren en la sala de reanimación. La mitad son niños. MSF pide a Israel un cese inmediato de los bombardeos y que garantice la seguridad del personal sanitario y las estructuras de salud. Los bombardeos y los ataques aéreos no son sólo intensos, sino también impredecibles. Esto hace que los equipos de MSF y los trabajadores médicos no puedan moverse para proporcionar la asistencia médica de urgencia", afirmó Nicolas Palarus, coordinador médico en Gaza.
En el mismo sentido se expresaron varias organizaciones israelíes defensoras de los derechos humanos. Entre ellas, B'Tselem, quien sostuvo que "los horribles sucesos de Gaza han alcanzado un nivel intolerable. Israel bombardea viviendas habitadas, familias enteras han quedado enterradas bajo los escombros".
Pero nada es nuevo, no. Todo esto ya sucedió antes. Y un argentino, el cirujano Carlos Trotta, estuvo ahí para atestiguarlo. Fue durante la operación Plomo Fundido, en la que durante 22 días el ejército israelí bombardeó a los seres atrapados en ese gueto a cielo abierto. De sus muchos pacientes, el doctor recuerda especialmente a un nene de ocho años. "Estaba muy molesto durante las curaciones y chillaba. Pregunté qué estaba diciendo y me tradujeron: «¿No se dan cuenta de que soy un chico?». Y esa frase... ay. Esa frase. Desde ese mismo día, me persigue. Me retumba. Sentí que ese nene era el portavoz de todos los demás. Porque ante ese drama, lo único que dan ganas de decir es: «¿No se dan cuenta de que son chicos?»". Tal vez la parte más dura de todo esto sea precisamente ésa: entender que sí se dan cuenta. Es sólo que no les importa.
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